Durante las dos décadas finales del siglo XVIII Villafranca fue castigada por la Naturaleza con una serie de inundaciones intermitentes. Las más repetidas fueron las habidas a consecuencia del desbordamiento del río Amarguillo.
Se hizo necesario el desvío del Riato y desecación consiguiente de este cauce que corría por el centro del pueblo. Según un proyecto del Francisco Sostre (aparejador de la Orden de San Juan) visado y aprobado por Juan de Villanueva (arquitecto real), se abriría un cauce alternativo por el sur, a cierta distancia del núcleo urbano, excavándolo desde la ermita de san Antón a la de san Blas y más allá hasta el desaguadero (comienzo de camino de las Ollas), al tiempo que se formaría un espaldón o malecón para salvar al pueblo.
El coste estimado de esta obra es de 34.650 r v, se espera la aportación del prior de 22.650 reales que, con el tiempo reintegrarían los vecinos por vía de arbitrios y un “socorro gracioso de SA” de 12.000 r v.
El Malecón fue un eficaz dique de contención de las aguas desbordadas del Amarguillo y salvó muchas vidas, dejando en el recuerdo las avenidas destructivas. Se comenzó a construir en 1802.
Félix Patiño Galán