Santa María de Villafranca es una Iglesia que habla con la voz serena de los años, una voz rota por las humedades que la han azotado. Noble testigo de fiestas, domingos y reuniones de comunidad en un pueblo agrícola e inquieto.
Esta iglesia nació en el siglo XVI y no paró de renovarse hasta tiempos recientes. En sus entrañas conviven bóvedas góticas, arcos y casetones clásicos, pilares del XVIII y cielos rasos del XIX, entre otros atractivos. Habla su idioma católico y canónico. Es ecuménica como su fe, pues no ha parado de crecer con el pueblo para acoger a toda su población.
Manteniendo el esbelto crucero con bóveda nervada, tuvo su momento de renovación y ampliación a partir de 1786, entonces se reformó toda la iglesia, ampliando su capacidad con la construcción de la nave de la epístola, al Sur.
Muestra una planta de cruz latina con tres naves y crucero marcado. El ábside está coronado por una impresionante venera que acoge el retablo del altar mayor.
Félix Patiño Galán